Bosque de Piedras de Laupay - Santillana 3.62

Ubicado en el distrito de San José de Secce - Santillana a tres horas de la ciudad de Huanta, nos dirigimos por una carretera afirmada que ofrece una belleza paisajista, cuenta la leyenda que personas, animales y plantas emigrantes del Apurímac hacia Huanta, para ampliar la selva, fueron castigados por el Dios Sol por no acatar la orden de no mirar atrás y quedaron petrificados.

Vale la pena llegar a este fantástico lugar, hacer un campamento, dejar libre la imaginación y encontrar la compañía de seres vivientes petrificados.




LA LEYENDA DE BOSQUE DE PIEDRAS DE LAUPAY

Hace milenios de años se formó el sistema granítico de Laupay. Un verdadero bosque de rocas. Queda a quince Kilómetros de Norte de San José de Secce, distrito de Santillana. Se extiende en un área de unos tres Kilómetros a la redonda. Es un sistema de rocas que toman apariencias de animales y plantas. Se amplía hacia los pobladores de Sañocc y Marccaraccay. Acerca de la formación de este sistema de rocas montañosas existe una apasionada leyenda, que los naturales narran con gran lujo de detalles. Dicen que en tiempos no precisados vivía en las selvas de la jurisdicción de la provincia de Huanta, un personaje de poderes extraordinarios, llamado el Apu. Era señor, rey, DIOS y dueño de toda selva virgen y amo de todos los seres vivientes. Este quiso ampliar sus dominios hacia la sierra, determinando como su asiento el majestuoso valle de Huanta. Con este propósito, notifico a los habitantes de la selva, a los animales y plantas para realizar la increíble movilización hacia el lugar escogido. El viaje se realizaría a la velocidad del rayo, en una noche para que no sientan el cansancio ni pierdan el vigor. Fijó la fecha para el raudo viaje con la advertencia precisa que deberían llegar al valle de Huanta antes de que canten los gallos. En efecto, en la fecha y hora indicada por el Apu, se movilizaron todos los seres vivientes de la selva, animales, plantas, con estrepitoso ruido y con una velocidad inimaginable. El Apu dirigía como guía, ya por adelante, Ya por la retaguardia, animando a los que se quedaban exhaustos de cansancio. Con el látigo que llevaba en sus manos partía las montañas inaccesibles para abrir los pasos más rectos, (ahora son los que constituyen las abras) entre las cordilleras de difíciles lugares para transmontar el extenso camino de la selva a Huanta. La distancia les venció. El cansancio se apoderó de todos, los gallos menudearon sus cantos matinales. Les sorprendió la aurora del nuevo día cuando pasaban por el lugar llamado Laupay. Los animales, las planta y todo ser que se encaminaba hacia Huanta se quedaron petrificados, formando enormes rocas que tomaron la misma configuración de animales y plantas. Entre todas las rocas gigantescas, sobresale una, que suponen que sea el Apu que también se petrificó. Los pobladores de Laupay afirman que en la cima de aquella mole crecen plantas propias de la selva, como la coca, el maní, el café y otras, a pesar de que el clima de lugar es frígido. También sirve para ascender, desaparece para descender, por eso ningún ser humano intenta violar ese sagrado lugar. Los Pobladores diseminados en toda la extensión de Laupay, se dedican al cultivo de los tubéculos y al pastoreo. La producción será buena o mala según las ofrendas que otorguen, año tras año, ese Dios tutelar que es la mole pétrea del Apu. En la actualidad esa formación rocosa es considerada como “Apu Huamani” a quien, a través del “pongo” tienen que solicitar la abundancia de lluvias, buena producción o hacer cualquier otra consulta. El Apu para ellos está vivo en ese laberinto de rocas, controlando las acciones de las comunidades de esa parte del suelo huantino.
Transcrito: Helí Aristóteles.