Se ha comprobado que los cristales, al igual que nosotros, poseen una frecuencia propia debido a la composición única de sus moléculas, los campos electromagnéticos de las personas cambian cuando se les aproxima un mineral, irradiando una energía que nos ayuda a sanar, armonizando el cuerpo con las emociones, la mente y el espíritu, propiciando con ello la sanación.