Peronismo Militante La Pampa 3.01

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DOCUMENTO DEL PRIMER PLENARIO NACIONAL DE CUADROS DEL PERONISMO
MILITANTE
Diciembre 2003


Los integrantes de las organizaciones presentes en este Primer Plenario Nacional de Cuadros del
Peronismo Militante, convencidos de la vigencia del pensamiento estratégico de Juan Perón y del
deber irrenunciable de revertir el estado de fragmentación del Movimiento Nacional, así como de la
profunda afinidad ideológica de nuestras respectivas agrupaciones, hacemos pública nuestra voluntad
de unir nuestro esfuerzo en la militancia para la construcción de una organización nacional de carácter
popular y revolucionario que opere en sintonía absoluta, en una unidad tanto doctrinaria como
operativa, en función de un proyecto estratégico destinado a la liberación definitiva de la Patria y a la
realización de la Justicia Social.
Nos encontramos ante una coyuntura histórica decisiva, refundacional para la Patria y para el
Peronismo, que deberá convertirse en el eje vertebrador y núcleo convergente del Movimiento
Nacional, abarcando las nuevas formas y expresiones de organizaciones sociales y políticas con
contenido nacional y popular. Así lo entendió el Pueblo Argentino, que ha reafirmado, recientemente,
su voluntad de independencia, rechazando categóricamente la opción electoral de la antipatria y el
destino semicolonial que se le proponía. Así lo interpretó el compañero Néstor Kirchner y así lo ha
expresado en su momento.
Con la caída del frente liberal en general, y particularmente de la quintacolumna menemista infiltrada
en el Peronismo, se abre para nuestro pueblo la posibilidad de reconstruir el poder nacional,
recuperando las banderas históricas y vigentes de Soberanía Política, Independencia Económica,
Justicia Social y Nacionalismo Cultural para llevarlas a la victoria definitiva. Para ello, el Peronismo
deberá ahora volver a ser un polo de atracción para el Pueblo Argentino, asumiendo nuevamente su
identidad revolucionaria.
Afirmamos que, con la mira en estos objetivos, toda estrategia autónoma y soberana deberá incluir
como pilares principales los siguientes lineamientos:
El afianzamiento de la Comunidad Sudamericana y su transformación en una realidad política que
supere las cuestiones meramente comerciales. Esto está en nuestro mandato histórico, acompaña el
actual proceso mundial, y resulta conveniente a los fines de garantizar el respeto de nuestra soberanía
en un momento en que el estado norteamericano ha militarizado su política exterior y ha dado sobradas
muestras de su voluntad de intervención en las regiones estratégicas del mundo. Debemos establecer
claramente que la Comunidad Sudamericana no es un vehículo hacia una “negociación en mejores
condiciones” con el ALCA, sino una alternativa a la amenaza de inminente destrucción que implica
para América Latina ese proyecto imperialista; la Comunidad Sudamericana es un proyecto propio
y autónomo de nuestra desmembrada nación criolla, más bien como vehículo hacia la integración
final de la Patria Grande, y antagónico por lo tanto con los ideales sociales, económicos, culturales
y políticos estadounidenses, que incluyen en su proyecto nacional la anexión de nuestros países. Así
como durante el conflicto de Malvinas los Estados Unidos privilegiaron la OTAN frente al TIAR,
hoy nosotros debemos dar preeminencia a la integración política de la América Mestiza y oponerla
a la falsa integración económica favorable únicamente al gran capital transnacional con domicilio
constituido en los Estados Unidos.
La defensa irrestricta del principio de la libre determinación de los pueblos, única garantía contra el
avasallamiento de los poderosos y, además, derecho imprescriptible en el marco internacional. No
hay argumento pacificador valedero para inmiscuirse en la política de una nación soberana, sea esta
poderosa o débil, monárquica o republicana, dictatorial o democrática. Los argentinos debemos optar
siempre por la nación oprimida contra la opresora, sea cual fuere el régimen político que adopte una y
la otra.
El rechazo de la doctrina estadounidense de “guerra preventiva”, que otorga a los países hiperarmados
del mundo el derecho de agredir a toda nación que encare, aunque más no sea tibiamente, el
aprovisionamiento militar necesario para evitar el ataque precisamente de esas grandes potencias que
pretenden, en realidad, tener exclusividad en la posesión de armamento. Así como también el rechazo
a la teoría que supone al “terrorismo internacional” como peor enemigo de la paz mundial. El peor
enemigo de la paz mundial es el avasallamiento de los derechos y patrimonio de las naciones más
débiles por parte de los países poderosos junto con la explotación desbocada de los recursos naturales
para satisfacer un consumo irracional centralizado en manos de unos pocos, mientras enormes masas
humanas son empujadas a una vida de miseria y hambre. No condenar claramente la “doctrina de
la guerra preventiva” en todos los casos abre las puertas a futuras intromisiones en nuestros asuntos
internos, tanto en lo político como en lo económico, máxime en un mundo absolutamente asimétrico
en términos de poder.
La primacía del interés nacional y el de las mayorías populares en el rediseño del sistema económico.
Deberá fomentarse la necesaria transferencia de recursos a la producción nacional y una redistribución
de la riqueza con sentido social justo; además el Gobierno Nacional deberá velar por no aumentar su
actual nivel de endeudamiento y, de ser posible, bajarlo, tal como se percibe actualmente su trabajo
en ese sentido. La herramienta principal para este objetivo deberá ser nuestra banca pública, única que
podrá garantizar que el ahorro nacional se oriente al servicio de un desarrollo autónomo, integral y
justo. El objetivo nacional es atender al desarrollo definitivo de nuestro potencial económico y social.
La implementación de una política que promueva el trabajo mediante la búsqueda del pleno empleo,
que, incluyendo a todos los argentinos en la vida económica, impulsará los salarios hacia arriba y
posibilitará condiciones dignas de vida para nuestros compatriotas; para ello deberá promoverse
un gran proyecto de obra pública que siente las bases de la urgente reindustrialización del país, que
deberá hacerse con criterio federal para integrar nuestras regiones entre sí y con los países vecinos, y
tendiendo a la desarticulación del actual esquema megalopólico, con centro en la Ciudad de Buenos
Aires, que obstaculizó el desarrollo armonioso del territorio nacional; en la misma perspectiva, urge la
implementación de una reforma impositiva, que grave fundamentalmente a la riqueza y no al consumo.
El fortalecimiento del Estado en el proceso de toma de decisiones, lo que implicaría renacionalizar
el poder, que en los últimos años ha residido casi con exclusividad en las grandes corporaciones
económicas privadas, en su mayoría en manos extranjeras. Deberá ser nuestra guía en esta tarea
el “Modelo Argentino para el Proyecto Nacional” planteado por el general Perón y útil aún hoy
a los intereses de la Patria, como queda expresado en este documento y como puede observarse
en las aspiraciones actuales del Pueblo Argentino, que incluyen principios tales como la justicia
distributiva, la preservación de recursos naturales, la liberación nacional, el derecho universal sobre
el conocimiento científico-tecnológico, la participación popular mediante las organizaciones libres
del pueblo, la diferenciación entre democracia y liberalismo, la armonía entre los valores materiales
y espirituales y entre los derechos del individuo y los de la sociedad, la equidad social, la valoración
de la propia identidad nacional en un marco de universalización creciente, la paz social y política, la
planificación económica para no dejar a la sociedad librada a las fuerzas individuales o corporativas,
la necesidad de que el gobierno nacional no sea un mero administrador sino que asuma la conducción
política del Estado, la limitación del poder a los sectores políticos internos cuyos objetivos coinciden
con los del imperialismo, la ética individual para garantizar la ética económica, el abandono de los
sectarismos, la protección de la familia y la expansión del consumo en aquellas de menores ingresos,
la solidaridad como factor social aglutinante; y muchos más reclamos de absoluta actualidad, ya
explicitados por Perón en 1974.
La reconstrucción de la identidad cultural y de la conciencia histórica del pueblo argentino, con
efectivas acciones en los campos de la educación y de la cultura en general, tendientes a valorar y
dar preeminencia a las creaciones artísticas, técnicas, intelectuales y científicas de nuestro propio
pueblo. Deberá eliminarse en nuestra educación inferior y media la falsa Historia Oficial diseñada
con el fin de que no logremos comprender nuestro origen y, por lo tanto, nuestro destino. Habrá que
dar esta batalla centrando la comprensión de la Historia en nuestra lucha inconclusa por la liberación
y contextualizándola en la epopeya de la nación latinoamericana. Será imprescindible la creación de
instituciones de formación docente que materialicen el fin de la "colonización pedagógica".
El rechazo de las soluciones ideológicas ajenas a nuestra conformación histórica, en la convicción de
que sólo nuestro propio pensamiento nos hará libres y de que poseemos los argentinos en particular, y
los latinoamericanos en general, desarrollos ideológicos suficientes y perfectibles, para enfrentar los
problemas actuales. Ya en el pasado la adscripción lisa y llana a doctrinas extranjeras sin adaptación
alguna al medio local nos ha llevado a callejones sin salida; esto no obstó a que cierta “intelectualidad”
buscara en las construcciones teóricas pensadas para otras realidades, inoperantes o contraproducentes
en la nuestra, soluciones a los problemas argentinos una y otra vez. Desde el liberalismo de Adam
Smith hasta la Tercera Vía de “Tony” Blair, que han servido para descapitalizar a países como
la Argentina o para dar un rostro “progresista” al asalto de los recursos naturales de países como
Irak. Afirmamos nuevamente que la doctrina justicialista, enmarcada en el nacionalismo popular
revolucionario, representa aún hoy el mayor desarrollo ideológico logrado en nuestro país y que su
aplicación resultará absolutamente beneficiosa para el Pueblo Argentino.
El logro de estos objetivos no dependerá solamente de un gobierno, sino también de la lucha constante
y decidida de cada uno de los militantes del desarticulado movimiento nacional, que tras un período
de retracción ha demostrado estar vivo frente al embate de los enemigos extranjeros y sus aliados
vernáculos.
Son en esta hora objetivos primordiales la unidad y la organización, siguiendo el orden de prioridades
que nos legara el General Perón: primero la Patria, después el Movimiento y por último los hombres.
Por todo esto declaramos nuestra voluntad de unirnos en la construcción de una fuerza nacional que,
abrazando la causa de la revolución peronista, enfrente el desafío que la hora demanda, desde una
cosmovisión eminentemente peronista, centrada en la Justicia Social, categoría política que resume el
eje estructurante de la tarea militante. El camino hacia la polarización y la desigualdad social es una
posibilidad que ningún militante del campo popular, y menos aún del Peronismo, puede aceptar, a no
ser que sus intenciones ya no sean las de un compañero sino las de un traidor, máxime en una Patria
como la que hoy vivimos, plagada de las peores formas de la injusticia.
Es el momento de un crecimiento cuantitativo, pues ha retrocedido enormemente el escepticismo
generalizado que produjo el período que nos precede y habrá que convocar, entonces, a más argentinos
a esta lucha para que dejen de ser espectadores del escenario político y se constituyan en actores
dispuestos a marchar “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”, porque el
Peronismo no ha venido a este mundo a aceptar pasivamente, como espectador de una obra que otros
actúan, las desigualdades y las injusticias de los modelos político-económicos impuestos desde la
fuerza brutal y desde la fuerza simbólica de la pedagogía de los dominantes. Toda sociedad posee
sectores políticamente más activos, pero la base ideológica del peronismo, expresada como doctrina
de la justicia, opera en la realidad para transformarla y propone un escenario de tipo revolucionario
en el que actores por vocación y espectadores por pasión irrumpen configurados como unidad, que se
expresa como participación activa en el seno del Movimiento, su modo organizativo. Convocamos,
pues a tomar el escenario político porque en él se ponen en juego nuestro destino, el de nuestros
compatriotas, el de nuestros hermanos latinoamericanos y de todos los hombres y mujeres del planeta
que esperan que nuestra actuación promueva la construcción de sociedades justas, máximo anhelo de
los pueblos que sufren el embate de la sinrazón imperialista con sus modelos prometeicos que ocultan
en sus pliegues la explotación, la segregación y la ignominia, que sólo ofrecen pobreza y abandono y
sacrifican en la pira ardiente de un capitalismo dislocado a la humanidad toda.
Pero es el momento también de un crecimiento cualitativo por medio de la promoción de cuadros
militantes integrales, poseedores de una identidad orgullosa de sí misma, para enfrentar con éxito a
la maquinaria cultural colonial, hegemónica en los medios de comunicación masiva y para realizar
efectivamente la felicidad del Pueblo y la Grandeza de la Nación. Porque muchas pueden ser las
razones por las que tan pasivamente, con mayor o menor grado de responsabilidad, los peronistas
admitimos la supuesta modernización ideológica, doctrinaria e instrumental pretendida en los últimos
años. Tal vez por falta de análisis, por incomprensión, por individualismo. Pero afirmamos que se ha
debido principalmente al debilitamiento sincronizado y sistemático que de nuestra fortaleza ideológica
produjo el discurso potente del neoliberalismo, a través de sus comunicadores. Por lo tanto deberemos
munirnos de una sólida verdad, como dice el General Perón en la Comunidad Organizada, con la
que deberá estar armado cada cuadro político para enfrentar los cambios y las mudanzas que los
tiempos imponen pero sin caer en las celadas tendidas por los enemigos del Pueblo y de la Patria.
Porque sabemos que la crisis del modelo no nos exonera de sus consecuencias pero también que
el Movimiento Nacional ha dado muestras de su capacidad de recuperación política, ideológica y
operativa a partir de la comprensión de la coyuntura terminal que mostró la crisis del 2001. En ella,
actores y espectadores irrumpieron juntos para retrovertir la soberanía política popular, como hubiera
dicho Mariano Moreno o para llevar la cabeza de los dirigentes como dice el General.
A ese crecimiento al que aspiramos habrá que otorgarle un sentido orgánico para hacerlo real y
efectivo. Nos proponemos alcanzar una organización sólida, afiatada y plural que pueda contener en su
seno la diversidad de perspectivas que caben en el ancho campo del Peronismo, porque no olvidamos
que la diversidad y la pluralidad interpretativa que el Peronismo tiene ha permitido construir sus
mejores realizaciones. Esa diversidad no implica caos sino posibilidad de pertenencia en el respeto
al “otro” como sujeto complejo y vital.
Por eso hemos decidido constituirnos en una única organización nacional cuya conducción estará en
manos de una Mesa Confederal que respete las particularidades de cada distrito y que a su vez imprima
la unidad de concepción estratégica y la operatividad táctica que nos permita convertirnos en una
alternativa de poder.
En la encrucijada que se avecina, no sólo para nuestro país, sino para toda la América Criolla, cada
batalla peleada en cada lugar de la Patria Grande será necesaria para lograr el triunfo en esta segunda
Guerra de la Independencia, victoria sólo posible desde una unidad de concepción y de acción
amalgamada por el culto del amor a la Patria.
Compañeros: ¡Unidad para vencer! Hoy más que nunca, ¡liberación o dependencia!