Para comprender la grandeza de una montaña hay que saber guardar las distancias, para comprender su forma,
hay que moverse a su alrededor; para experimentar su estado de ánimo, hay que contemplarla al amanecer y al ocaso,
a mediodía y a media noche, bajo el sol y bajo la lluvia, bajo la nieve y bajo la tormenta,
en verano y en invierno y en todas las demás estaciones. Quien puede contemplar así la montaña se acerca a la vida de la montaña...