Laberintos Asociacion Civil 3.06

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Argentina

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La Asociación Civil “Laberintos” se constituye sobre los fundamentos del Psicoanálisis, como marco teórico-práctico y ético poniendo en tensión el “saber hacer” de las prácticas de cada uno de sus miembros, en relación a la Salud Mental y la Educación, abordando la subjetividad desde su carácter social, histórico y político.
Salud mental y Educación se conciben para nosotros como campos de construcción social en los que sus propios agentes, tanto sujetos como instituciones, ponen en juego saberes específicos que determinan prácticas específicas.
Foucault define los saberes que se desprenden de las prácticas discursivas como “(…) un espacio en el que el sujeto puede tomar posición para hablar de los objetos de que trata en su discurso (…); un saber es también el campo de coordinación y subordinación de los enunciados en que los conceptos aparecen, se definen, se aplican y se transforman”. (Foucault, 1969)
El psicoanálisis, en tanto línea de producción discursiva, atraviesa el campo de la Educación y el de la Salud Mental permitiendo elaborar intervenciones acordes a su ética, dando lugar al entrecruzamiento de saberes diferenciándose radicalmente de los modelos de verdad cristalizados.
La práctica del Psicoanálisis requiere una permanente reflexión sobre sí misma y sobre la cultura en la que se realiza. Freud escribió que ‘la psicología individual es al mismo tiempo, y desde un principio, psicología social’ (Freud, 1921) no porque esta última fuera a reemplazar a la primera, sino porque no podemos entender las manifestaciones que se producen en la subjetividad sin dar cuenta de la cultura a la que el sujeto pertenece.
La práctica que se realiza en un consultorio es una actividad en la cultura y, por lo tanto, el Psicoanálisis se realiza plenamente cuando deviene análisis histórico y cultural. “Laberintos”, de este modo, se propone como un espacio de reflexión donde el Psicoanálisis, al no pretender instituirse como una cosmovisión, se presenta en un diálogo fecundo con otros discursos y construcciones socio-culturales.
Si hay un legado freudiano es dar cuenta de una obra en construcción, abierta al cambio y a nuevos modos de pensar el padecimiento humano.
Para Freud, la técnica sólo era importante en la medida que tuviera valor de método para avanzar en el descubrimiento teórico del aparato psíquico y afianzar las posibilidades terapéuticas del Psicoanálisis. De esta manera la teoría psicoanalítica fue alcanzando un grado de complejidad que permitió dar cuenta de diferentes patologías psíquicas.
Por ello es necesario dar cuenta del giro que ha dado el Psicoanálisis como consecuencia de las transformaciones en la subjetividad y los nuevos paradigmas de nuestra cultura donde el predominio de la represión sexual ha trocado en el predominio del trabajo con la pulsión de muerte. Esto implica no sólo nuevas manifestaciones sintomáticas sino también un escuchar diferente al sujeto. Nuestra mirada, lejos de la contemplación, antes bien cercana a la crítica y más precisamente a la puesta en cuestión de la vida cotidiana, se encuentra indefectiblemente con una subjetividad efecto del actual malestar en la cultura cuya historia social es soporte de la historización del aparato psíquico.
Si pensamos la constitución del aparato psíquico desde el entramado discursivo (social, histórico y político), debemos considerar el tiempo lógico y cronológico de dicha estructuración.
La consecuencia inmediata de considerar la temporalidad lógica de esta constitución es primero que nada alejarnos de una concepción psicogenética en la que dicha estructuración se realizaría ex nihilo.
“El niño que nace” no indica un origen sino una genealogía. Antes de su existencia “real” el niño existe en el discurso de los otros. Ese niño es nombrado, alojado, fantaseado, deseado en una línea de filiación que le permite ex-sistir.
La lengua, esos significantes que lo van tramando en su consistencia de sujeto, en un primer tiempo lo aliena en el campo del Otro. Para el niño este tiempo lógico es de completud, de indiferenciación entre el sujeto y el verbo de la acción. No hay conjugación, esta ilusión de completud constituye el Narcisismo Primario.
Sobre ese reservorio libidinal puede producirse la escansión necesaria entre el niño y el otro. Es a partir de ese clivaje que el niño puede abordar a los otros de la cultura. No ingresar a la cultura ya que, como dijimos antes, el niño ex-siste en y por el lenguaje, o sea que es en sí mismo efecto de los procesos sociales encarnados en el tramado psíquico de sus padres como función simbólica.
Cuando un niño le habla a otro implica que las operaciones lógicas de la estructuración del aparato psíquico están operando de tal modo que haya podido realizarse ese pasaje de “objeto” a sujeto activo de la lengua, agente de significantes y representaciones subjetivas y culturales.
De esta forma tanto lo reprimido como lo no representado, aquello tomado del campo del Otro que opera como motor del lenguaje y del deseo, constituyen el núcleo inicial del funcionamiento psíquico del sujeto. Las características de su desarrollo van a depender de su historia individual, familiar y social.

En este marco "Laberintos" se propone la construcción de espacios de discusión, reflexión e intervención con respecto a los efectos del malestar en la cultura en las constituciones subjetivas, convocándonos a formular nuevos dispositivos psicoanalíticos.

Deleuze, sistematizando el concepto de dispositivo de Foucault, lo define como "un conjunto resueltamente heterogéneo, que implica discursos, instituciones, disposiciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas; en síntesis todo lo dicho cuanto lo no dicho. El dispositivo mismo es una red que puede establecerse entre estos elementos, es la naturaleza del vínculo, del lazo que puede existir entre estos elementos heterogéneos. Los dispositivos no surgen de cualquier manera ni en cualquier momento histórico sino que emergen de una necesidad, de una demanda (…) los dispositivos son máquinas para hacer ver y hacer hablar que funcionan acopladas a determinados regímenes históricos de enunciación y visibilidad. Estos regímenes distribuyen lo visible y lo invisible, lo enunciable y lo no enunciable al hacer nacer o desaparecer el objeto que, de tal forma, no existe fuera de ellos" (Deleuze, 1990).

El concepto de “salud mental” encierra una pluralidad de sentidos, que deben ser desentramados, ya que esta indiferenciación trae consecuencias no sólo a nivel semántico, sino también en su implementación práctica. Por un lado, la “salud mental” como un estado opuesto a la enfermedad mental. Por el otro, la "Salud Mental” como campo heterogéneo, interdisciplinario e intersectorial, que engloba políticas y abordajes específicos en Salud Mental, incluidos en el campo de la Salud.
Esta idea de salud mental, como opuesta a enfermedad mental, es la acepción más usual. Su sentido dependerá de las posiciones ideológicas y teóricas sobre qué es enfermedad y qué es salud mental en cada uno de nosotros que, en último término, nos lleva a nuestra concepción de subjetividad.
En la década de los 60, época de intensa convulsión política y social, se da un cambio de paradigma en el campo de la Salud Mental que intenta subvertir los lineamientos del orden manicomial.
Cuando decimos manicomial no nos referimos a las paredes de los manicomios ni a quienes allí trabajan sino a un sistema anquilosado que atraviesa los distintos dispositivos de trabajo que tienen como consecuencia el borramiento del sujeto.
Es esta misma lógica la que podemos ubicar en otros campos, como es el de la Educación. Así como el campo de la Salud Mental condiciona la estructura subjetiva y determina juegos de poder, el campo de la Educación también lo hace, en el sentido de que la Educación es y ha sido siempre un componente insoslayable de la construcción social y una coproductora de subjetividad.
Bourdie analiza el espacio escolar como: " uno de los lugares estratégicos donde se reproducen las estructuras sociales, entendidas como aquellos valores que la sociedad va a considerar más significativos y valiosos para que se repliquen e incorporen entre todos sus miembros". "La escuela es, por lo tanto, la institución investida de la función social de enseñar y por esto mismo de definir lo que es legítimo aprender." (Bourdie, 1970).
La importancia de la escuela como lugar de “exogamia”, cobra un papel fundamental teniendo en cuenta que el niño se encuentra elaborando una serie de trabajos psíquicos que tienen que ver justamente con la salida de lo familiar hacia lo desconocido. Es importante pensar esta función institucional más allá de lo estrictamente curricular y pedagógico, ya que la Educación es irreductible al aprendizaje, a los límites del aula o a los protagonistas individuales.

Parafraseando a Ulloa, nuestro desafío consiste en dejar de practicar teorías y repetir encuadres, para teorizar las nuevas prácticas que posibiliten una reflexión pertinente a los padecimientos específicos de los tiempos que corren.